En el tiempo que llevo trabajando, he podido ayudar a personas con muy diferentes problemas, desde peleas constantes con la pareja o incapacidad para tomar ciertas decisiones, a depresiones y trastornos psiquiátricos considerados graves. Las primeras sesiones nos servirán para conocernos y establecer cuál es el asunto en juego, el cual puede no coincidir con su motivo inicial de consulta. Se ha de tener en cuenta que la terapia psicológica no es mágica, inmediata ni sirve para resolver cualquier cosa; si fuera necesario, no tendría reparo en recomendar una consulta con otro profesional de confianza (por ejemplo, un médico), ubicar que quizá el problema no sea suyo sino de otra persona de su entorno (por ejemplo, el jefe o la pareja), o incluso llegado el caso advertir que lo que le pasa no se va a resolver con psicoterapia.
Sí. De entrada, poner en palabras cómo nos sentimos ya es un gran paso, incluso aunque no sepamos muy bien de qué se trata, pues nos permite desahogarnos y disminuir la angustia; hacerlo frente a un profesional es muy diferente de contárselo a un amigo o familiar. Si bien al principio puede costar, pues es normal que exista timidez o desconfianza, una vez que la persona puede hablar libremente, asociar y pensar junto a su terapeuta de aquello que le concierne, se alcanzan descubrimientos sorprendentes y ocurren cambios profundos. El tratamiento psicoanalítico conduce a modificaciones en las conductas y en los hechos.
Depende de lo que consideremos costoso. Estar bien con uno mismo y con los demás, dejar atrás los sufrimientos psicológicos, y sentir más felicidad y entusiasmo por la vida es algo que verdaderamente merece la pena. Quien ha experimentado ese cambio sabe que no está pagado con dinero. Es cierto que la terapia requiere un compromiso de tiempo, energía psíquica y dinero; por mi parte, yo me comprometo a dar el máximo para ayudar a quien me consulta, sin dejar de lado a nadie incluso aunque se presenten circunstancias adversas, como pueden ser dificultades económicas o un traslado a otro país. Soy flexible y juntos encontraremos el modo de trabajar de la mejor manera.
En absoluto. He conducido tratamientos por teléfono, con videollamada o sin imagen, con resultados francamente positivos. Incluso hay gente que al no estar corporalmente en consulta se siente más cómoda, o puede atenderse así desde lugares alejados cuando antes le era imposible. El elemento fundamental del psicoanálisis es la palabra, y esta puede circular tanto presencialmente en el consultorio, como de forma virtual. Hay quien en principio se decanta por una u otra modalidad, es cuestión de gustos y circunstancias personales, pero la esencia del método y sus posibilidades de éxito permanecen en todos los casos.
Sí. Yo hasta ahora vengo trabajando con chicas y chicos a partir de los 13 años de edad. La adolescencia es una etapa complicada para la mayoría y es habitual que el sufrimiento psíquico se presente con intensidad, implicando además consecuencias importantes en el entorno (familia, instituto, etc.) El espacio de terapia sirve para hablar sobre lo que no se puede hablar ni con los padres, ni con los profesores ni a veces tampoco con los amigos. Un adolescente puede asistir a terapia solo, trabajar con normalidad y lograr cambios muy importantes para su vida actual y futura. Se necesita el consentimiento informado de alguno de los padres o del tutor/a si corresponde, así como su disponibilidad para alguna entrevista puntual.
Sí. Lo importante para empezar a trabajar es que usted tenga algún tipo de malestar o queja, por pequeña que le parezca, algo con lo que no se sienta satisfecha en la vida. No importa si a otras personas les parece absurdo, insignificante o “agua pasada”; si para usted es importante, nos pondremos con ello.
Ojalá se pudiera, pero no. Aunque algo haya ocurrido hace mucho tiempo, sin duda puede seguir doliendo y causando efectos en el presente. Hay cosas que creíamos tener olvidadas, pero quizá sin ser conscientes nos afectan hoy y también van a influir en el mañana; puede ser la muerte de un ser querido, un desamor o una simple decepción que sentimos de niños y ya ni siquiera recordamos. En terapia es necesario explorar estas cuestiones y hablar de ellas, cada quien a su ritmo, para poder escribir de otra forma nuestra historia y así amigarnos con la vida. El pasado afecta a nuestro presente y futuro, por eso es necesario trabajarlo.
Las primeras sesiones servirán para que usted me cuente su problema y veamos si yo le puedo ayudar. En principio le haré preguntas abiertas acerca de su vida: cómo es su familia, cuáles son intereses, ocupación, eventos importantes del pasado…siempre en relación más o menos directa con su problema, de manera que juntos podamos ir construyendo el entramado de sus conflictos. También cabe la posibilidad de que yo no sea el profesional que necesita, en cuyo caso se lo diría explícitamente y buscaríamos alternativas. En el caso de que mutuamente establezcamos que yo sí le puedo ayudar, si usted se siente a gusto y apuesta por la terapia para resolver su problema, continuaremos con las conversaciones. Al igual que en una partida de ajedrez, se puede saber cómo será la apertura pero no el medio juego; este dependerá de las asociaciones, temas, cambios e impasses que se produzcan y que irán marcando el ritmo de las sesiones.
No, para nada. A veces está el prejuicio de que se va a remover el fango del pasado y uno va a descubrir cosas malas de sí o de los otros que no quisiera saber, pero no es así. Si bien es cierto que exploraremos algunas partes del pasado, de su biografía, será con el objetivo de que se sienta mejor con el problema que le aqueja hoy. Usted marcará el ritmo, y en caso de que algo le genere mucha angustia no tendrá por qué hablar de ello hasta que se sienta preparada. No hay que tener miedo: la terapia le servirá para conocerse más y estar mejor, acompañada por un profesional. No vamos a destapar ningún monstruo, simplemente alumbraremos lo que, paradójicamente, ya sabe de sí pero desconoce (de eso trata el inconsciente); a partir de ahí podrá enfocar su vida desde otro punto de vista y pensar diferente a como lo venía haciendo hasta ahora.
El diván y la hipnosis pertenecen al imaginario sobre el psicoanálisis, debido principalmente a algunas películas clásicas. La realidad es que ni yo ni ninguno de los colegas que conozco hipnotizamos; esa es una práctica que Freud llevó a cabo en su juventud hace más de 100 años y rápidamente abandonó. El diván es un símbolo del psicoanálisis que sí se sigue usando efectivamente en algunos casos, pero no es imprescindible y menos aún en la modalidad online (se puede lograr el mismo efecto con la llamada sin cámara, por ejemplo).
Sí. Un psicoanálisis bien conducido tiene, sin duda, efectos muy positivos sobre el sufrimiento y la vida en general de quien consulta. Es un tratamiento que huye de las urgencias y brevedades impuestas por la época actual, y en el que por sus propias características el paciente puede sentir altibajos; sin embargo, algunos cambios pueden hacerse patentes ya desde los primeros días de trabajo.
No se fíe de quien le prometa la sanación en 10 sesiones; los aprendizajes, pensamientos y relaciones personales que nos moldearon durante años no se van a transformar en unas pocas horas. Incluso los problemas aparentemente más insignificantes o absurdos están enlazados con nuestra historia de vida y suelen decir más de lo que parece a simple vista. Por eso es necesario un trabajo meticuloso que permita resolver el problema de raíz.
No, y ninguna terapia psicológica lo es en sentido estricto. La psicoterapia, siga una orientación psicoanalítica o cualquier otra, implica cierto trabajo de artesanía, de abordaje “caso por caso” que le impide constreñirse a un método científico generalizable a cualquier situación —por eso no debemos atender familiares ni amigos—. Ello no es óbice para que la teoría que soporta el psicoanálisis sea racional, lógica y argumentada; no se trata de magia ni de delirios místicos, sino que existe toda una fundamentación epistemológica y clínica detrás. Los psicoanalistas somos psicólogos o médicos colegiados, y dedicamos varios años a nuestro análisis personal y al estudio de la praxis. Además, existen numerosos estudios empíricos que muestran su eficacia; a quien tenga interés en el tema, le recomiendo echar un vistazo a este: Shedler, J. (2010). The efficacy of psychodynamic psychotherapy. American Psychologist, vol. 65, 2, 98-109.
He investigado acerca de la cientificidad y eficacia del psicoanálisis y la psicoterapia en general, así que si tiene interés no dude en preguntarme al respecto. En la clínica del día a día trato siempre de mantener una actitud crítica, reflexiva y abierta que me permita disponer de las mejores herramientas para ayudar a mis pacientes.